Época: Vida cotidiana Fin-d
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914

Antecedente:
La familia burguesa

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

El padre es la figura central de la familia, la pieza sobre la que se asienta todo el sistema institucional formado en torno al núcleo familiar. Entronizado por la ley, la religión, la economía y la moral, el padre ejerce simbólicamente la función de un rey en su castillo, delegado en su ámbito de autoridades más altas. Es un representante en el seno de la familia de la dignidad social, de la autoridad del Estado y hasta de la propia historia, pues a él corresponde la "sagrada" misión de garantizar la continuación del linaje y de los valores que representa.
Aunque unidad básica, el matrimonio no contempla una igualdad de deberes y derechos entre ambos cónyuges. Las leyes establecen una primacía del varón, tanto esposo como padre. Su función es proteger a la mujer, recibiendo a cambio obediencia.

El poder del padre es tanto público como privado. Solo él puede ejercer el voto, firmar escrituras, presentarse a juicio como testigo. En la casa, el padre es el dueño del dinero, quien lo administra o delega su administración en la mujer, siempre bajo su control. Son suyas las decisiones sobre la educación de los hijos, sobre su futuro matrimonio, sobre el gasto. Al padre se le adjudica el papel de rector racional de los destinos familiares, pues se considera al varón más dotado para la toma de decisiones por su capacidad racional, que le sitúa en un nivel superior al ocupado por las mujeres, regidas por la sentimentalidad o la devoción religiosa.

El nuevo papel asignado a la familia como pieza clave sobre la que asienta el entramado social aconseja dejar en manos de un ser racional, el padre, las riendas de lo doméstico. La casa, aunque espacio dotado de gran carga simbólica y valor femeninos, sigue dominada por el padre, por lo que el control de la mujer sobre el ámbito doméstico se considera una cesión del varón. En la casa, el varón, como el señor en su castillo, ha de sentirse cómodo y respetado. Ha de tener espacios de recreo y esparcimiento, pues su ardua labor al frente de la unidad doméstica requiere de momentos de descanso en solitario o de relación con iguales. Salas de billar, de fumar, bibliotecas, despachos... son ámbitos de representación varonil, apenas traspasados por mujeres y niños, en los que se ejercen actividades exclusivamente varoniles: fumar, leer libros, administrar los bienes familiares. Son lugares dotados de gran carga simbólica, cuya misma presencia y aspecto expresan poder y alejamiento.